viernes, 11 de enero de 2008

carne de burro y llama

De niño pensaba que comer carne de perro me haría ladrar lastimeramente. Algo impensable, pues los canes y los gatos eran mis animales amigos no comestibles.
Y aunque mi padre me contaba que la carne de caballo era muy apreciada en Francia y Suiza, nunca me interesó la idea de trotar relinchando por el vecindario tras un banquete de equino. Desde que aprendí a razonar burro era considerado lo adecuado para definir un tipo de bípedos congéneres obcecados con bajo rendimiento escolar, y de entendimiento reducido, generalmente abusivos.
En mi fantasía de niño, comer la carne de un cuadrúpedo como el burro pudo haber sido el peor de los temores de un colegial.
Sobre el consumo de la carne de llama se hacían comentarios con parecido contenido. Y se comentaban sus escupitajos.
Como anta, guazo, jochi, tatú, taitetú y tejón me comporté repetidas veces, seguramente debido al consumo irrefrenado de sus carnes en mis tiempos de cazador.
Lo extraño es que pocas veces rumié algo más que chicle o algún pensamiento sobre mi vida terrena o mis pecados de jovenzuelo, pese a que creo que me he comido unas 6 vacas en mi fase de omnívoro. Con seguridad ser un poco un cochinillo en mis costumbres cotidianas o sexuales no se deba a la flojera o las hormonas, sinó por lo poco de carne porcina que he devorado a lo largo de mi vida. En gran parte debido al temor a los daños cerebrales por la cistocercosis.
O será que la carne de puerco de monte y taitetú tiene un efecto similar al del cerdo (Sus scrofa)?
El comer carne de mono en alguna comida sin mi conocimiento durante mis correrías por el monte, puede haber sido la razón por la que siempre me gustó mecerme en las ramas de los árboles, comer bibosi y cualquier fruto de pampa y monte, saltar por las ramas de árbol a árbol en la quinta de mi abuelo y a veces aullar como manechi o saimirí.
A pesar del consumo de tanta carne de pollo y otras aves que tengo a mi haber no me han salido plumas ni cacareos. Eso sí, antes de tomar parte como bajo o barítono en el coro de mi colegio a mis 14 años, me salían los gallos. pero eso fue algo tan pasajero como un poco chistoso.
La carne hace al hombre!
Hoy leo que realmente mis temores no estaban infundados. En el Nuevo Día pude encontrar las razones que temí desde niño:

Decomisan tonelada y media de carne de burro y llama
Mi crítica al artículo

Caramba, mis temores de la infancia no eran infundados.
El que nace pobre, tiende a ser burro... ;-)
Peor aún si vive en zonas donde galopan asnos... y camélidos.
Lástima que estos animales no se los respete como bestias de carga.
Tuve suerte innata que no hayan muchos asnos (Equus asinus) y llamas (Lama glama) en la zona tropical donde pasé mi infancia. De otro modo acabarían inadvertidamente en la olla de algún amigo o familia donde a veces acabé de comensal parasítico, con resultados rebuznantes.
Hiiiiiii...Hooooo!
Nadie sabe lo que realmente le toca por carne. En la mesa o en la cama!
Oink...Oink!